A continuación os dejamos la segunda parte del artículo de opinión escrito por David Manrique (@Manriquedvd) sobre dieta y microbiota.
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La dieta desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la diversidad y el correcto funcionamiento de nuestra microbiota intestinal. Por esta razón, es fundamental llevar a cabo una dieta variada y equilibrada (1).
Un consumo excesivo de grasas animales puede alterar el equilibrio de nuestra microbiota intestinal. Con el objetivo de mantener una microbiota intestinal saludable, se recomienda una dieta rica en fibras (verduras, ensaladas y frutas), así como productos lácteos fermentados que contengan bacterias con beneficios demostrados para la salud (2).
A modo de resumen sobre el primer post que hemos dedicado a la intervención dietética sobre la microbiota intestinal, decir que actualmente podemos establecer básicamente dos escalones terapéuticos en esta intervención dietética, siendo la dieta la base de una pirámide que formarían estos dos escalones:
La dieta, como elemento clave para fomentar el equilibrio y diversidad bacteriana de la microbiota intestinal, siempre debe de estar presente, bien como única medida, o bien asociada a las intervenciones del siguiente escalón.
A día de hoy parece incuestionable el hecho de que seguir un patrón de dieta mediterránea ayuda a prevenir el desarrollo de numerosas enfermedades crónicas como la diabetes, la obesidad, patologías cardiovasculares o algunos tipos de cáncer. Este patrón dietético coincide plenamente con el esquema general de dieta para fomentar el equilibrio y diversidad de la microbiota intestinal: frutas, verduras y hortalizas, lácteos (yogures, leches fermentadas y quesos), así como cereales, legumbres y frutos secos.
Vamos a analizar con un poco más de detalle los elementos de la dieta que pueden tener efecto sobre la microbiota intestinal. Y que son de interés para el dietista – nutricionista, a fin de poder evaluar la presencia de los mismos en la dieta.
Alimentos vegetales y fibra fermentable
La fibra puede ser parcialmente digerida en el colon por parte de las bacterias intestinales. Se trata de una digestión en condiciones anaerobias, por tanto, una fermentación.
La celulosa, la lignina y la mayor parte de hemicelulosas constituyen la fibra insoluble, que encontramos principalmente en los cereales integrales y en algunos vegetales. Este tipo de fibra es escasamente degradada por la acción de las bacterias intestinales, por lo que se excreta prácticamente íntegra por las heces.
Entre la fibra soluble se incluyen las pectinas, mucílagos y gomas, fundamentalmente presentes en las legumbres, frutas, verduras, así como también en la cebada y la avena. La fibra soluble, también llamada fibra fermentable, es el principal sustrato para el crecimiento, metabolismo y mantenimiento de la microbiota intestinal.
La inulina o algunos oligosacáridos, como los fructooligosacáridos (FOS) o galactooligosacáridos (GOS) son fermentados de forma específica por ciertos géneros bacterianos, preferentemente bifidobacterias y lactobacilos, estimulando así el crecimiento de estas poblaciones.
Una dieta pobre en fibra puede suponer cambios en la microbiota habitual desplazando especies beneficiosas y alterando el equilibrio de la misma.
El consumo estimado de fibra alimentaria en la población española, al igual que en otras sociedades desarrolladas, suele ser inferior a lo recomendado. Para obtener efectos beneficiosos sobre la función intestinal, se recomienda una ingesta de fibra en adultos superior a 25 gramos al día (3), cantidad bastante superior a la que muestran las encuestas sobre lo que realmente consume la población española (4).
Además, es aconsejable que un 30% de la fibra ingerida sea soluble, es decir, debería haber una relación entre fibra soluble e insoluble del orden de 1 a 3. La mayoría de expertos coinciden en la conveniencia de aumentar el consumo de fibra alimentaria por la vía de aumentar el consumo de productos vegetales y, en situaciones especiales, mediante suplementos (5).
Microorganismos comensales asociados a los alimentos
En el mundo microbiano encontramos: bacterias, hongos (levaduras y mohos), virus y parásitos. Dentro de este mundo microbiano tenemos agentes patógenos, pero también agentes beneficiosos, como por ejemplo aquellos microorganismos que utilizamos para elaborar alimentos como el queso, el yogur, el vino, la cerveza y el pan.
En algunos casos, estos microorganismos empleados en la elaboración de alimentos, permanecen vivos y viables en el alimento final que consumimos. El caso más clásico y ampliamente conocido es el de las bacterias ácido-lácticas. Estas bacterias se han empleado para elaborar y fermentar alimentos desde hace al menos 4.000 años. Su uso más corriente se ha aplicado a los productos lácteos fermentados, como el yogur, el queso, el kefir y el koumiss.
Lácteos fermentados y aporte de bacterias acido lácticas (BAL)
Numerosos estudios han demostrado que algunas especies bacterianas ayudan al mantenimiento de la salud digestiva a través de diversos mecanismos. Algunas de estas bacterias pueden encontrarse en distintos alimentos como yogures y leches fermentadas (1). En el caso de cepas caracterizadas e identificadas, y que posean beneficios demostrados sobre la salud, los expertos emplean el termino probiótico, pudiéndose decir que el alimento que contiene dicha cepa es un alimento probiótico o que contiene probióticos.
La leche fermentada es un producto lácteo obtenido por medio de la fermentación de la leche por la adición de bacterias que la acidifican y que son responsables de las transformaciones metabólicas en los carbohidratos, las proteínas y los lípidos, que conducen al desarrollo de su sabor y textura característicos. Una gran proporción de las leches fermentadas consumidas hoy en día parecen tener su origen en los pueblos nómadas ganaderos de Asia. El origen del yogur se sitúa en Turquía aunque también hay quien lo ubica en los Balcanes, Bulgaria o Asia Central. Los pueblos nómadas transportaban la leche fresca que obtenían de los animales en sacos, generalmente, de piel de cabra. El calor y el contacto de la leche con la piel de cabra fomentaban la multiplicación de bacterias lácticas que fermentaban la leche. Esta leche así se convertía en una masa semisólida por coagulación (6).
En nuestro ámbito territorial y cultural, el más conocido y popular de los alimentos fermentados es el yogur. Se obtiene por acción de dos bacterias específicas (Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus) sobre la leche (6).
El efecto que un microorganismo puede ejercer en la microecología intestinal depende de su capacidad de sobrevivir y de colonizar el tracto gastrointestinal, ya que ha de sobrepasar varias barreras, como la acidez gástrica y la actividad bactericida de las sales biliares. En este sentido, tras la ingesta de yogur, se han detectado cultivos lácticos viables en el tracto gastrointestinal en animales libres de gérmenes, ratas y humanos (7). Diversos estudios han encontrado un aumento en la concentración de bacterias ácido lácticas (lactobacilos y bifidobacterias) en heces después del consumo de yogur o leches fermentadas (8). Así mismo, la ingesta de productos lácteos fermentados induce cambios en el equilibrio y metabolismo de la microbiota intestinal (9).
Por otro lado, desde hace tiempo se ha venido estudiando las interacciones entre el yogur y el sistema inmunitario, tanto in vitro como in vivo. Estas investigaciones han revelado que Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus, los microorganismos del yogur, no sólo constituyen una parte integrante de la microecología gastrointestinal saludable, sino que están involucrados también en la estimulación de mecanismos inmunitarios específicos y no específicos (10). Se postula que estos efectos beneficiosos son en parte debidos al impacto positivo de las leches fermentadas y el yogur sobre la diversidad y equilibrio de la microbiota intestinal.
Otros alimentos fermentados presentes en la dieta
Un ejemplo de un alimento fermentado no lácteo presente de forma habitual en la dieta de los españoles es la aceituna de mesa. Las aceitunas de mesa aportan lípidos cardiosaludables, vitaminas A y E, antioxidantes, fibra dietética, etc. Además, presentan microorganismos asociados a la epidermis de los frutos. Por tanto, la aceituna es un vegetal fermentado que transporta microorganismos en su superficie. Serían necesarios estudios para caracterizar las capacidades funcionales de estos microorganismos y su posible impacto sobre la microbiota intestinal. Por tanto, según avancen las investigaciones, tendremos que tener en cuenta no solo a los lácteos fermentados como principal aporte de microorganismos beneficiosos en la dieta, sino también otros alimentos que sirven como vehículos de este tipo de microorganismos.
Clásicamente hemos considerado que al alimentarnos proporcionamos al organismo sustancias requeridas para la construcción y reparación del organismo, energía para hacerlo funcionar, y reguladores que controlen estos procesos. Y hemos clasificado a los componentes de los alimentos en los siguientes 6 grupos:
– Hidratos de carbono
– Proteínas
– Grasas
– Vitaminas
– Minerales
– Aguas
Pero, ¿tendríamos que comenzar a plantearnos si tendríamos que considerar un séptimo grupo?, constituido por todos aquellos microorganismos que tomamos a través de los alimentos, y que a la luz de las últimas investigaciones pueden tener un impacto positivo y regulador de nuestra microbiota intestinal, influyendo de forma directa e indirecta en todas las funciones que desarrolla esta microbiota para la salud y prevención de enfermedades.
Fuentes:
1. www.gutmicrobiotawatch.org/es/dieta-y-microbiota-intestinal/
2. www.gutmicrobiotawatch.org/es/2014/06/18/como-los-probioticos-pueden-contribuir-a-una-flora-sana/
3. European Food Safety Authority. “Scientific Opinion on Dietary Reference Values for carbohydrates and dietary fibre”.EFSA Journal. 2010; 8: 1462
4. Ruiz-Roso B, Pérez-Olleros L. “Avance de resultados sobre consumo de fibra en España y beneficios asociados a la ingesta de fibra insoluble”. Rev Esp Nutr Comunitaria. 2010; 16: 147-53
5. Yogur vivo nº20. Propiedades de la fibra alimentaria. Disponible en: http://www.nusa.es/revistas-profesionales/yogur-vivo/
6. Libro Blanco de los Lácteos. Fenil. www.lacteosinsustituibles.es
7. Revista Yogur Vivo. Nº 14. www.nusa.es
8. Macfarlane GT, Cummings JH. The colonic flora. Fermentation and large bowel digestive function. In: Phillips SF, Pemberton JH, Shorter RG, eds. The large intestine: physiology, pathology and diseases. New York: Raven Press, 1991:51-92.
9. D. Parra, B. E. Martínez de Morentín, J. M. Cobo, I. Lenoir-Wijnkoop, J. A. Martínez.. Alim. Nutri. Salud. Vol. 13, N.º 1, pp. 9-14, 2006
10. Solis-Pereyra B, Lemonnier D. Induction of human cytokines by bacteria used in dairy foods. Nutr Res 1993; 13: 1.127-1.140.
Esperamos que te haya resultado de interés.
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